No comparten ‘status’ de protección con el actual edificio de andenes y con el que se abre a la plaza de la Estación, pero la Lamparería –sede hasta hace unos años de los sindicatos– y la Casa Blanca también son parte del devenir ferroviario de la ciudad y de su arqueología industrial. Aunque puede que no por mucho tiempo, si no se hace nada para impedir un derribo proyectado y decidido por Adif, aunque todavía no haya solicitado licencia municipal para acometer una demolición que un grupo de mirandeses quiere impedir.
Julio García Mendoza, promotor del Museo del Ferrocarril III Generaciones; Carlos Diez Javier, doctor en Historia; Raquel Sáenz de Buruaga, cineasta documentalista; y el arquitecto Alberto Julián Vigalondo han aunado fuerza para solicitar al Adif, a través de escritos enviados a sus responsables del patrimonio, que reconsidere su postura y salve unos inmuebles que, aunque en mal estado, se pueden recuperar. En el caso de la Lamparería «el tejado está ruinoso, pero no el resto. Los muros perimetrales se pueden rehabilitar».
Los inmuebles en riesgo sirven de depósito de documentos fechados entre 1862 y 1990, pertenecientes a la primitiva compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España y a Renfe, «imprescindibles para un cabal conocimiento de esa faceta primordial del pasado y presente».
Para los firmantes de la petición resulta evidente «el interés histórico de los edificios es obvio, habida cuenta del papel protagonista que el núcleo ferroviario ha tenido en la propia configuración y en el desarrollo de Miranda». En su opinión, ambas construcciones, pero sobre todo el edificio de Lamparería, «reflejan con exactitud el espíritu de una época que vino a convertir una localidad agrícola ay ganadera en un centro comercial y punto de asentamiento de industrias».
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Un mensaje que trasladaron a los responsables de Adif el 2 de febrero y a los grupos políticos municipales días después, el 27, pidiendo su respaldo y su apoyo para «salvarlos de la quema. Después ya se verá qué se puede hacer», apuntó Julio García, sin ocultar que la Lamparería podría ser el lugar idóneo para crear el museo del ferrocarril en la ciudad. Uno de sus grandes anhelos.
El sitio, de unos 600 ó 700 metros, «es el ideal». Atesora piezas y material suficiente –aunque las más voluminosas se expongan ya en Azpeitia y Aranda– para crear una exposición y también disponen de un proyecto museístico que se puede desarrollar. «Por ubicación y espacio sería ideal, aunque también se podría destinar a otra finalidad. Ahora mismo, lo que queremos es que no se tiren, aunque sabemos que es muy difícil lograrlo».
Una petición para la que han recibido el apoyo de, entre otros, el director del Museo Vasco del Ferrocarril, Juan José Olaizola, o los profesores de la Escuela de Arquitectura de Valladolid, José Luis Lalana y Luis Santos. Pero necesitarían también en de las instituciones, para que alguna de ellas negociara con Adif un convenio de cesión o alquiler a precio simbólico. Y García está convencido de que sería una buena operación porque son muchas las personas que se acercan a Miranda para conocer su entramado ferroviario y ver trenes. «El museo sería un foco de atracción importante», zanjó.