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El patrimonio industrial de Massó se cae a pedazos tras 2 años cerrado. Cangas (Pontevedra)

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Artículo de Luis Carlos Llera para La Voz de Galicia.

El reloj de Massó marca las 11.10. Se quedó parado hace veinte años. Aunque la actividad de la fábrica cesó en 1994, durante el 95 hubo intentos vanos de reflotarla. La salitre y el orín carcomen la estructura de la que fue primera factoría conservera de Europa con más de un millar de empleados directos, según recuerda Noé Massó, nieto de Gaspar Massó, que dirigió la empresa y la impulsó durante los años dorados.

Junto a las chapas un poco levantadas de un antiguo foso se dan cita un grupo de amigas con sus niños de corta edad. Son vecinas de Cangas y Moaña. Quedan para salir a pasear con su hijos en el flamante paseo nuevo construido junto a la vieja factoría. Los cristales rotos amenazan con caerse sobre sus cabezas. «Prefiero que este así a que la derriben. Mi madre y mi abuela trabajaron aquí. Era una fábrica que daba empleo a medio Cangas», señala Meli Seoane.

Lucía Fernández añade que le gusta ver cómo está el paseo. Tania Queirós recuerda también que su bisabuela trabajaba en al fábrica «y dejaba a mi abuelo en la guardería». Massó fue una de las factorías más avanzadas de su tiempo. Disponía de asistenta social y guardería para los hijos de los empleados, además de un hotel para los comerciales, visitas y directivos. «No quiero que venga un millonario y se lleve todo esto», enfatiza Queirós.

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Alba Tenreiro pasea por la orilla del mar recordando viejos tiempos. «Yo preferiría que la fábrica estuviese en activo. Vivo y trabajo en Barcelona porque aquí no tengo empleo. Si Massó estuviese funcionando viviría aquí».

Modernista
La Autoridad Portuaria de Vigo ha facilitado un paseo de más de 700 metros de longitud en dos tramos, interrumpidos por la ballenera. Por delante de la factoría, la gente camina, monta en bicicleta o hace running embutida en mallas de último diseño.

«Me da mucha mucha pena que la fábrica esté cerrada», señala María mientras contempla el mar junto a su pareja, que trabaja a poca distancia, en la empresa Frigoríficos del Morrazo. Este compañía quiso en su día hacerse cargo de la fábrica pero le exigían crear doscientos puestos de trabajo, una cifra que los dirigentes consideraban inviable en aquel momento.

Santiago observa el edificio ruinoso desde un banco del nuevo paseo y se queja de su estado: «No sé cómo no se ha producido ninguna desgracia aquí». La pareja considera que si Massó estuviera abierto contemplarían el horizonte de la ría de Vigo con más ilusión: «Serían puestos de trabajo para nuestros hijos y nuestros nietos».

Pero ni el edificio (ni las instalaciones anexas) tienen visos de volver a tener actividad económica, al menos de momento. Ahora pertenece a Abanca, que se quedó con el inmueble por la deuda de la promotora Marina Atlántica. La urbanización con puerto deportivo de lujo se quedó en proyecto.

La fábrica de conservas es un monumento industrial modernista. Fue inaugurado en 1942, y contaba con la última tecnología. Disponía de cámara frigorífica, una fábrica de envases y zona de varaderos para la reparación de la flota pesquera; un taller mecánico e instalaciones para la producción de harinas y aceites de pescado. Los trabajadores tenían un comedor y duchas y había un pequeño hotel para empleados y visitantes. Durante muchos años la sirena de la fábrica marcó el ritmo de la vida de Cangas.

Entre las instalaciones del área, que ocupan una superficie de 183.000 metros cuadrados, también ostenta un lugar destacado la factoría ballenera. Los Massó empezaron a capturar cetáceos en 1955 y lo dejaron eb agosto de 1983. Los terrenos de Punta Balea donde se encuentra la factoría pertenecieron a la familia Paganini. 


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