Situada en primera línea de mar de San Juan de Nieva, en la margen derecha, junto a la casa de Pachico, la antigua nave de carpintería del astillero Aniceto Fernández, posteriormente Ojeda y Aniceto, albergará un centro de interpretación de la ría y del puerto. Se despeja así el hasta ahora incierto futuro de un edificio centenario incluido como bien a proteger en el catálogo urbanístico, actualmente semiderruido, consecuencia del estado de absoluto abandono que padece desde hace tres décadas.
La situación, denunciada en numerosas ocasiones por los vecinos del entorno y por defensores del patrimonio industrial, ha dado pie en los últimos años a proyectos que nunca fueron más allá del papel, como trasladar allí la escuela de vela o habilitar la nave como restaurante e instalar frente a él un pantalán desde el que se ofrecerían paseos en barco. Ninguno de ellos cuajó.
El primer paso en firme hacia el futuro centro de interpretación ya se ha dado. La Autoridad Portuaria ha adjudicado en 21.000 euros más impuestos el proyecto de rehabilitación del edificio, a día de hoy vallado ante el riesgo de desprendimientos o derrumbe.
La intención es iniciar las obras este mismo año y una vez el edificio recupere su esplendor, dotarlo de contenido. Según indicó Santiago Rodríguez Vega, presidente del Puerto, «la principal opción que barajamos es montar una exposición sobre la historia del puerto y de la ría aprovechando material de 'Portus'», la muestra conmemorativa del primer centenario de la Autoridad Portuaria que durante seis meses, hasta el 10 de enero, albergó la cúpula del Niemeyer.
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La nave data de finales del siglo XIX principios del XX. Nació como conservera de pescado en salazón y tras el cese de actividad fue adquirida por el astillero de los hermanos Antonio y Aniceto Fernández Hevia, constituido en 1917, que instaló allí, a escasos treinta metros de la grada donde se construían las costillas y la estructura de los barcos, el taller de carpintería.
Así se mantuvo hasta que a finales de la década de los años sesenta o principios de los setenta del pasado siglo los astilleros Aniceto, como se conocían, cesaron la actividad.
Fue una pausa efímera. Otra sociedad se hizo cargo de la explotación de las instalaciones, manteniendo por motivos únicamente comerciales la palabra Aniceto en su denominación, astilleros Ojeda y Aniceto. Se orientó hacia la construcción naval de pesqueros de hierro y buques multifunción, actividad que desarrolló con éxito durante una década, hasta que se extinguió. El relevó lo tomó, también como astillero, una cooperativa laboral que mantuvo el nombre de Ojeda y Aniceto cuyo recorrido se detuvo a finales de los años ochenta.
El nuevo parón tampoco se prolongó demasiado en el tiempo. Años después se constituyó Astilleros Ría de Avilés, asentado en las mismas instalaciones que en su día ocupaba Aniceto Fernández, lógicamente modernizadas y ampliadas, a excepción del antiguo taller de carpintería, que pasó a ser propiedad de la Autoridad Portuaria y quedó relegado al olvido.
Construcción y reparación
Las raíces de Ría de Avilés también se hunden en San Esteban de Pravia, en el astillero La Parrilla, que a día de hoy mantiene una actividad de mínimos. No es el caso del astillero avilesino. Construye todo tipo de buques en hierro y acero, desde remolcadores o pesqueros hasta multipropósitos, gabarras, lanchas de prácticos o cargueros de más cien metros de eslora.
Dispone para tal fin de dos gradas de construcción de 122 metros de largo por veinte de manga y de 90x14, ambas con siete metros de calado, y de un muelle de 105 metros de longitud y 7,5 de calado, además de grúas, palas cargadoras, talleres de calderería, soldadura, mecanización, tubería, electricidad, carpintería naval y aislamientos y nave de construcción y armamento de bloques bajo cubierta. Como singularidad, es el único astillero asturiano que además de construir realiza labores de reparación y mantenimiento de buques. Es el heredero del antiguo astillero Aniceto Fernández, y el próximo año alcanza el primer centenario de su fundación. Quizá entonces el antiguo taller de carpintería haya vuelto a la vida como centro de interpretación del puerto y la ría de Avilés.
Su entrada en servicio supondrá un paso adelante el proceso de recuperación y reactivación de un pueblo marinero que en su día fue clave en la actividad portuaria de Avilés que ofrece excelentes vistas de la ensenada de Llodero, la playa de San Balandrán, la ría y el puerto comercial. También es el punto de partida del paseo que, tras atravesar los arcos de la llamada peña del Caballo, culmina en la playa de El Arañón, con el Faro y la entrada a la ría como telón de fondo.
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