Autor: Eusebi Casanelles i Rahóla
El «patrimonio industrial» seguramente ha sido el patrimonio más interesante y controvertido que ha aparecido a partir de la segunda mitad del siglo XX. Interesante, porque ha significado la existencia de una gama muy diversa de edificios patrimoniales y porque conceptualmente su valor se mide por unos nuevos parámetros.
Controvertido, porque no corresponde exactamente a los paradigmas que la sociedad tenía sobre el concepto de patrimonio, lo que ha significado que su aceptación no haya sido fácil. El gran reto de las personas e instituciones que durante las últimas décadas han luchado por la defensa y conservación del patrimonio industrial ha consistido en conseguir que los bienes de la industrializa - ción puedan ser considerados como parte del patrimonio cultural. Actualmente se ha llegado a un reconocimiento internacional después que la UNESCO incluyera varios lugares industriales en la lista de patrimonio de la humanidad, pero aún hay en muchos sectores una reticencia hacia él.
La consideración de este nuevo patrimonio se enmarca dentro de la larga evolución del concepto de patrimonio cultural que, tal como lo entendemos actualmente, se empezó a desarrollar hace un poco más de doscientos años. El concepto de patrimonio tal como se entiende actualmente es relativamente reciente, surge en los siglos XVIII y XIX, período en el que se produce un cambio intelectual, social y económico que transformó totalmente la sociedad
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