Las ruinas de la Panificadora ejemplifican el castigo aplicado por la ciudad de Vigo a su pasado. No es un tratamiento planificado sino la consecuencia de contemplar únicamente el presente fruto del auge industrial y comercial experimentado desde mediados del siglo XIX. De una forma brutal y sin topes legales que lo impidiesen, así ha sido sin contemplaciones hasta no hace muchos años y sigue siendo, aunque de una forma más recatada en la actualidad.
La variada y rica arquitectura construida a los largo de los últimos 150 años ha sido sometida a un injusto desdén, que algunos llaman precio del desarrollo. El edificio Rubira, la capilla de Santa Rita, el mercado de A Laxe, el edificio de Ferrer o el castillo de San Sebastián pueden servir como ejemplos del sacrificio arquitectónico ofrecido al desarrollismo por esta ciudad. La interminable lista de bajas fue narrada por Jaime Garrido en Vigo, la ciudad que se perdió, un libro que debe servir como manual para cualquier político que quiera aprender de los errores del pasado.
Quizá a raíz de aquel libro, publicado ya hace unos veinte años, algo comenzó a cambiar en la planificación urbanística y en tratamiento del patrimonio arquitectónico. Pero no ha sido suficiente. Si ya no es una acción descarada, sí se siguen dando situaciones de desprecio hacia el patrimonio arquitectónico. Varios edificios, con diferentes grados de conservación, están anclados en un limbo que ni permite su derribo ni obliga a sus propietarios a realizar una rehabilitación en la medida de lo posible. Los ejemplos son claro: el barrio del Cura con el asilo del Paseo de Alfonso, el edificio donde estuvo originalmente el colegio Cluny o La Panificadora.
Imagen de la noticia |
El derribo hace siete años del edificio conocido como Oficinas Alonso, de estilo racionalista, dejó en evidencia los viejos hábitos, así como la ausencia de una catalogación más estricta que permita proteger los edificios con un valor arquitectónico.
Industrias
La arquitectura industrial ha sido el sector más despreciado en la ciudad. Cuando estaba el bipartito en la Xunta, la Consellería de Cultural encargó al catedrático Xoán Manuel Carmona un inventario que no llegó a realizarse. Bajo esta catalogación hay edificios de gran valor arquitectónico e histórico, como la fábrica de Alfageme, que solo merecen en el Plan Xeral de Ordenación Municipal una protección de tipo ambiental. Idéntica calificación tienen las ruinas de la fábrica de salazón de Julián Estévez, el edificio industrial más antiguo de Vigo, construcción de época romana al margen.
Por otro lado, persisten en la actualidad los casos de algunos edificios desmontados en su día con el objetivo de ser reconstruidos en otros lugares pero que no llegó a alcanzarse esta finalidad. Son los casos de la antigua estación de ferrocarril, que permanecen agrupadas sus piedras en la estación de Redondela; el Colegio Alemán, cuyo debate resurge temporalmente; o el chalé Agarimo, también a la espera que se convierta en un complemento del Centro Social de Beade.