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Regreso al pasado de Bombas Gens. Valencia

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Autor del artículo en Las Provincias: Paco Moreno

«Cada día hacía este camino dos veces andando, paseando al perro, cuando iba a comer a casa». Carlos Gens Navarro ha accedido a acompañar a LAS PROVINCIAS en un viaje lleno de recuerdos, añoranza y unas gotas de indignación. El nonagenario (cumplirá 93 años el 15 de abril) conserva una lucidez envidiable y para caminar sólo necesita un bastón de madera, curiosamente con una cabeza de perro en la empuñadura. El trayecto le ha llevado a la antigua fábrica de Bombas Gens, fundada por su padre en 1931 y que ha sido noticia estos días por un incendio que ha arrasado parte de la nave principal.

Tiene, quizá, un exceso de discreción, un querer apartarse para que en el relato aparezca sobre todo la figura de su padre, Carlos Gens Minguet, al que admira con un recuerdo vivo y cercano pese a que falleció prematuramente en octubre de 1951, hace ya 62 años. «Fue un hombre muy inteligente y previsor porque en 1948 cambió la empresa para darnos entrada a mi hermano y a mí», cuenta.

La antigua fábrica cerró sus puertas en 1990, tras 76 años de actividad, donde llegaron a trabajar hasta 115 trabajadores. Las fachadas delantera y trasera están protegidas al ser obra del arquitecto Cayetano Borso di Carminati, autor del teatro Rialto entre otros edificios del centro y el Ensanche. El incendio, según el informe de los técnicos municipales, no ha dañado la estructura de las paredes principales.

¿Por qué Carlos Gens encargó la nave a un arquitecto tan prestigioso en lugar de optar por una fábrica común y al uso de la época? Su hijo tiene una teoría, fundada en las inquietudes culturales de su progenitor. «Durante su juventud fue amigo de la familia Benlliure y la familia Sorolla, además de hacer algunos pinitos en pintura», indica al señalar varios cuadros colgados en el recibidor de su domicilio.

Todavía recuerda la construcción de la fábrica: «Veníamos a ver las obras, yo tenía nueve años y me acuerdo de cómo levantaban los muros». A Borso de Carminati no lo conoció en persona, aunque subraya el buen hacer del arquitecto. «Mire las rejas, qué bonitas y sólidas», explica sobre la fachada que recae a la avenida Burjassot, en la esquina con la calle Reus.

La visita coincide con los trabajos de limpieza y desescombro de la fábrica. Los restos del incendio se mezclan con la basura acumulada por años de ocupaciones ilegales, de proyectos que no cuajaron, de ilusiones sobre la recuperación de un solar empotrado entre viviendas con la memoria de la factoría al conservar al menos las fachadas.

La basura sale en camiones por la cantidad amontonada y la cubierta de la entrada y las oficinas se aguanta de milagro, carbonizada y que representa poco el esplendor de la vieja fundición, donde salieron excelentes bombas hidráulicas y que después se especializó en valvulería.

En la huerta
«Antes, todo esto era huerta». La frase se ha convertido en un tópico en Valencia, pero en el caso de lo que describe Carlos Gens es estrictamente cierto porque en los años 30 el barrio de Marxalenes era una sucesión de campos de cultivo y alquerías. A unos minutos andando, dentro del enorme parque que domina la zona, se sitúa la alquería de Barrinto, que tiene sus raíces en el siglo XIV.

La historia de la fábrica es también la de la familia Gens. Una persona mayor se detiene al ver a Carlos Gens para saludarlo. «Es un antiguo empleado», dice mientras relata la historia. Y en toda la genealogía desde los primeros años del siglo XIX, la ciencia de moldear el hierro ha estado presente. Baltasar Gens Porres nació en 1800 y 35 años después abrió la primera fundición de Valencia, como lo atestigua un medallón metálico colocado sobre su retrato al óleo. Un lustro después abrió la de Bofill y, décadas después, la familia Gens se preocupó de certificar que la Primitiva había sido la pionera de este sector industrial en Valencia.

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Situada en la calle Sagunto, a unos metros del domicilio familiar, los talleres se dedicaban a la construcción de ejes para carros y bujes. Estas últimas piezas consisten en cilindros de hierro o cobre que se coloca en el interior del cubo de las ruedas en los carruajes, para disminuir el rozamiento de los ejes.

Esa fue la base del proyecto familiar, hasta que uno de los nietos del fundador se alió en 1914 con Rafael Dalli y registraron la marca Geyda para sus productos. Arrancaron la producción en una factoría de la calle Guadalaviar, aunque después del fallecimiento de Dalli se produce el traslado a la avenida Burjassot, según los registros familiares en 1931.

Del incendio ocurrido el pasado día 4, la rápida intervención de los bomberos evitó males mayores. El chalé que forma parte de la nave se ha salvado. «Allí vivía el apoderado de la fábrica, y en la parte de arriba, un vigilante», señala el que fue gerente de Bombas Gens desde 1951 hasta 1988. «Al ver la portada del periódico cuando desayunaba me enteré del incendio. Vine en un taxi y al ver cómo estaba la fábrica se me cayó el alma a los pies. Me vinieron a la memoria muchas cosas», relata. Una de las estancias destrozadas por el fuego fue precisamente su despacho, su lugar de trabajo durante casi cuatro décadas y de lo que no queda nada salvo cenizas.

La Policía Local desalojó a cinco personas al acudir al lugar del siniestro. En el chalé salvado milagrosamente de las llamas todavía quedaba una pareja, acompañados por varios perros y gatos, aunque lo más probable es que se hayan ido tras la llegada de los obreros. El ayuntamiento se gastará 19.000 euros en el desescombro y apuntalamiento, además del tapiado de todos los accesos con planchas de acero.

Para Carlos Gens, la lección que debe aprenderse tras el siniestro es que «no se olvide y que sirva para conocer que hay otras formas de proteger un edificio», en referencia esto último a todas las dificultades que ha habido estos años para que se aprobara un plan urbanístico sobre la parcela, al no coincidir en ocasiones el criterio del ayuntamiento con el de la Conselleria de Cultura.

Varios proyectos
Tras un cambio de propiedad, la empresa Geshabitat Urbana se hizo con la propiedad y hace casi una década empezó la tramitación para construir un edificio de viviendas en un solar perteneciente a la fábrica, así como un aparcamiento subterráneo, una galería comercial y un hotel.

Después hubo varias modificaciones, la cesión de un terreno al consistorio para la apertura de la calle Doctor Machí, intentos con el grupo hotelero García Ojeda y el temido concurso de acreedores al no poder hacer frente al préstamo hipotecario contratado con Bankia. La Sareb, el 'banco malo' tiene ahora el crédito pendiente de cobro, aunque no piensa ejecutarlo.

Gens cita como ejemplo la embocadura desde la calle Reus. «Si querían verdaderamente proteger parte de la fábrica deberían haberlo hecho de otro modo», dice sobre la alineación distinta que hay respecto al más cercano edificio de pisos.

«La Administración debe actuar de otra manera, demasiada protección puede matar el edificio, puede pasar lo que ocurre con la Ceramo», advierte. En la misma avenida Burjassot, pero ya en Benicalap, la vieja fábrica de cerámica corre la misma suerte que Bombas Gens. Su historia, con hornos donde salieron piezas que decoran buena parte de los monumentos de la ciudad, no le ha valido para ser víctima del abandono. La propietaria tuvo que acometer obras de emergencia en los muros y cubiertas por la ruina.

Gens no termina de desgranar recuerdos. En 1957 la riada que asoló barrios enteros de la ciudad no llegó a Bombas Gens. «Está en un sitio muy alto». El empresario estaba en Castellón, en un consejo de administración, cuando le avisaron del desbordamiento del Turia. Al día siguiente un obrero acudió con un mono de trabajo y calzado con zapatos de mujer. «Lo había perdido todo por completo, no tenía con qué calzarse». La entrada de la factoría acogió durante un tiempo la recogida de alimentos y enseres para las víctimas.

En el regreso a su casa, habla de Geyda Benéfica, una entidad creada para sustituir a la Seguridad Social y que servía también como auxilio a los empleados. «Hacían donaciones y mi padre ponía otro tanto». La muerte prematura de su progenitor le llevó pronto a la gerencia. «Creo que mi padre quería con el encargo De Carminati darle acompañamiento a la calidad del producto. Nuestra marca era una referencia de calidad en toda España».
*Esta noticia cuenta con un video


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