Es una gran noticia saber que la gente cada vez se siente más atraída e interesada por este tipo de museos, y por el turismo industrial.
Pasión por los raíles
«Los tornillos tenían las iniciales de la compañía en relieve, para que el encargado se diese cuenta de si los apretaban a martillazos en lugar de a rosca». Al recibir el impacto de un martillo, las iniciales se borraban por el mal uso. Son anécdotas de tipos que saben de trenes, que se apasionan con ellos. El museo de la Asociación Cántabra de Amigos del Ferrocarril -detrás de la comisaría de la Calle Castilla, en Santander- recibió el pasado año a 1.600 personas. En lo que va de 2014 van ya por las 1.500 y en julio, durante las fiestas, en una jornada de puertas abiertas, abarrotaron las instalaciones con quinientos visitantes. La locomotora de vapor 'La Peñacastillo' -de principios del siglo XX- o la 'Estela de Acero' son algunas de sus joyas.
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Cristian Suárez, el presidente, cree que se debe a la divulgación en los medios, aunque «muchos vecinos han venido por el boca a boca». Desde su fundación, en 1978, han recopilado trenes, relojes de estación, faroles o tornillos de las vías del tren para rehabilitarlos de cara a su conservación para las futuras generaciones. «Las labores de recuperación son muy complicadas y hemos trabajado muchas horas», dice el vicepresidente de la asociación, Pablo Cantero, que conoce miles de anécdotas relacionadas con el mundo ferroviario. La máquina quitanieves, por ejemplo, es uno de sus tesoros (es de los sesenta). Algunas de las piezas se las han cedido grandes empresas, pero otras se las han encontrado en los desguaces o abandonadas a su suerte. Toda una labor de investigación.
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Se definen como unos «apasionados de los raíles», imparten conferencias y hacen exposiciones sobre la historia del tren en Cantabria. Y, cuando les sobre tiempo, juegan con maquetas a escala. «Soy un gran aficionado desde pequeño, cuando viajaba con mis padres en el tren para pasar las vacaciones en Benidorm», sonríe Suárez. En 1994 construyeron un circuito donde ruedan los trenes eléctricos de modelismo y dos décadas después todavía le siguen añadiendo remontes. «Con lo que más disfruto es con el traqueteo del tren real sobre las vías y prefiero los modelos antiguos a los nuevos, porque ahora todo está tapado con un plástico que impide ver los motores», reconoce. Su sueño hubiese sido vivir en la época de las locomotoras de vapor.
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Para septiembre han programado una 'parada ferroviaria' donde harán una exhibición con locomotoras eléctricas a escala sobre el circuito. «Lo más difícil es que funcionen los controles y los desvíos eléctricos. Estamos construyendo otra maqueta más reducida y es una labor muy bonita porque al no basarnos en paisajes reales los trabajos son más imaginativos». Guardan trenes a escala de los años cuarenta, auténticas reliquias, que funcionan dándoles cuerda. El deseo de cualquier niño.
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Las montañas, los túneles y los puentes en miniatura los construyen con madera, tela metálica y escayola. Además, no se les escapa el más mínimo detalle en la historia del ferrocarril en Cantabria. «Esta es una sección del carril de la línea de ferrocarril de Isabel Segunda del año 1854», cuenta Cantero mientras levanta una cuña de hierro que servía para ajustar la madera de las vías.
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Inculcar la cultura
El secretario, Manolo Calderón, ejerció la medicina y ahora que está jubilado se dedica «en cuerpo y alma» a las actividades de la asociación como impartir conferencias o restaurar objetos. Su película favorita es 'El tren', estrenada en 1964 y protagonizada por Burt Lancaster, pero prefiere leer los reportajes sobre locomotoras en los libros ingleses de los cincuenta y sesenta. «He intentado inculcar la cultura ferroviaria en mi familia, aunque con pocos resultados», confiesa. Cuando sus hijos eran pequeños les paseaba por la estación «para ver si se les pegaba algo, pero ni con esas». Su afán de conocimiento le ha llevado hasta Inglaterra y Estambul donde se ha documentado y ha fotografiado modelos de tren propios de allí.
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El Ayuntamiento ha acordado con la asociación mejorar los accesos al museo (está junto a la pasarela que conecta con la Peña del Cuervo). Desde el edificio, junto a seis tramos de vías, se escucha el ir y venir de los vagones. Las paredes, los suelos, los cristales son historia viva del ferrocarril. El museo abre los martes y los viernes de siete y media de la tarde a diez de la noche, excepto festivos. Fuera del horario, también se pueden programar grupos organizados.