Autor: César Gavela en Diario de León
El Bierzo tiene, acaso, tres memorias mineras. Cada una es diferente y las tres atraviesan tiempos difíciles. La primera memoria es naturalmente, la de las Médulas. Esa vasta geografía es el mayor tesoro de la minería antigua de Europa. Pues bien, casi veinte años después de que Las Médulas fueran elegidas patrimonio de la Humanidad, no se ha logrado una gestión razonable y profesional del paraje. Personalismos, administraciones, muchas normas y pocos fondos han generado una melancólica realidad. Que perjudica al propio yacimiento, como si tanta inoperancia lo empequeñeciera. Los romanos, sin duda, habrían resuelto mucho mejor ese reto. Algo que no está al alcance de los políticos actuales.
La segunda memoria minera del Bierzo, que también iría de la mano de la energía hidráulica, estaba llamada a tener su sede en la Ciuden, el gran proyecto científico que los bercianos debemos a Zapatero. La posibilidad de tener en la provincia de León el Museo Nacional de la Energía. Se trata de un proyecto crucial, al menos en su diseño primero, lo que no excluye que se cometieran errores de gestión. Pero las cosas han ido a peor y en los últimos tiempos todas las noticias que vienen de la Ciuden son inquietantes. El proyecto ha sido rebajado y también se ha minimizado su personalidad jurídica. Quiero creer que no interviene demasiado la política en eso, la triste venganza. Pero no estoy muy seguro de ello. De lo que sí estoy convencido es que este proyecto es fundamental para el Bierzo. Una oportunidad que no se puede ni perder ni malbaratar. Sería muy injusto. Y si hubo errores en la gestión, que se subsanen. Pero no a costa de degradar la otra gran seña de identidad de Ponferrada, la seña moderna. A un lado el castillo y al otro los castillos de la energía. Con el río muy cerca.
La tercera memoria es cotidiana y triste. Es la que sucede cuando comprobamos la declinante y casi fantasmal realidad minera del Bierzo de hoy, y de toda la provincia. Cuando la comparamos con la que vivió León entre 1910 y 1990, aproximadamente. Ahora las perspectivas son mortuorias porque las decisiones vienen de Bruselas y parecen inapelables. La tercera memoria no pretende rehabilitar lo que, dicen los expertos, carece de futuro. No pretende volver al esplendor carbonífero de la autarquía franquista. Solo busca recordar activamente lo que se vivió, lo que tanta riqueza dio, tanta vida y también tanto dolor.
La gran provincia minera que fue León, que tenía en la mina el eje de su personalidad propia y diferenciada en el contexto castellano y leonés, ahora afronta una total e irreversible decadencia extractiva. Pero no olvidaremos esa memoria, aunque ya solo podamos hacer eso. Y hay muchos modos de mantener aquella verdad. Con fotos, con libros, con actuaciones urbanísticas, con ideas y con esperanza. Incluso con esperanza, aunque no exista.