Las negociaciones por el futuro de la fábrica de gas llevan paralizadas tres años.
Artículo de Cecilia Pérez Juan Carlos Abad para El Comercio
La última vez que unas grúas pisaron la fábrica de gas fue hace tres años. En febrero de 2015 se apuntaló la marquesina diseñada por Ildefonso Sánchez del Río. La sociedad Edp, propietaria del edificio, iba a ceder la parte que corresponde al Ayuntamiento para crear un auditorio. Desde entonces, la maleza y el abandono se comen la que fue la primera fuente que dio luz eléctrica a la capital asturiana en 1918.
El cambio de color político en el gobierno municipal enfrió la ejecución del plan especial diseñado por el arquitecto César Portela para el conjunto fabril de 12.000 metros cuadrados entre las calles Postigo, Paraíso y Azcárraga: aprobado en 2011, planteaba la construcción de un centenar de viviendas y la cesión de espacio público, alrededor de un 10% del conjunto, a la ciudad. Un proyecto con un plazo de desarrollo de seis años (ya tendría que estar finalizado), y que preveía rehabilitar y transformar en residencial el edificio de Vaquero Palacios a la calle Paraíso, demoliendo su parte posterior y reconstruyéndolo, ampliado, sobre pórticos. Una operación similar a la que se planteó para el edificio que hace fachada en la calle Postigo, reconstruido con tres y cuatro plantas, y donde se conservarían y restaurarían elementos de patrimonio industrial: la chimenea, el depósito elevado, el horno y las escaleras, la mencionada marquesina de Del Río, y el gasómetro, siempre en el centro de la polémica.
El plan nunca gustó al gobierno actual, que reconoció a finales de 2015 contactos con la propiedad para lograr una ambiciosa permuta. Aquello se quedó en nada, al igual que la declaración como Bien de Interés Cultural incoada por el Principado a instancias de movimientos vecinal en 2001 y que luego se dejó, literalmente, caducar. Fuentes de Edp, recientemente consultadas, reconocen que «no ha habido novedad» en cuanto a una negociación para reactivar bien la ejecución del plan, bien un acuerdo que permita modificarlo.
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«Es la situación en la que estamos», se enroca Ignacio Fernández del Páramo, concejal de Urbanismo, que no da plazos para desbloquear la situación. «El gobierno está de acuerdo en incrementar el mayor uso cultural posible respetando el entorno», añade. Preguntado acerca de una permuta para lograr la propiedad pública del compejo, también despeja en largo. «El plan Portela define aprovechamientos y usos de los que el Ayuntamiento tiene el 10%, esa es la situación en la que estamos». Lo que sí teme es que no se repitan errores cercanos con un inmueble a escasos metros de la muralla medieval y a un centenar de la Catedral. «Tenemos que revalorizar el patrimonio industrial; no podemos repetir evidentes errores como en la fábrica de Águila Negra, qun ejemplo de arquitectura industrial se ha echado a perder».
Más cultura y menos pisos
Para el arquitecto Marcos Balbín, la singularidad de la fábrica de gas es su presencia en el casco histórico. «Tenerla ahí, dialogando con la Catedral ya tiene valor de por sí». De diálogo también se precisa para descongelar su abandono. El complejo fabril sigue sin urbanizar y los edificios cedidos al Ayuntamiento permanecen cerrados y sin utilizar. El deterioro es palpable y Balbín lo sitúa con más acento en la nave interior que da al Postigo Bajo, el edificio que da a la calle Paraíso con su fachada azulejada en azul, el almacén y garajes y la zona de hornos. El foco lo pone en «cómo llenar ese espacio». Defiende la creación de un vivero cultural e incluso «se podría trasladar a la fábrica de gas el archivo municipal». «Lo importante es que tenga contenidos para que no se pierdan estos espacios», resume.
Para SOS Cultura, la fábrica de gas es su «bandera para reivindicar otro modelo de ciudad». Ánxel Nava, su portavoz, tiene muy claro que la recuperación «solo tiene sentido si se va a utilizar sobre un plan de uso que revierta en la ciudad, para que no se convierta en un nicho vacío». En este punto entra en juego el modelo de gestión de la fábrica de gas. «Es necesario poner el foco en una rehabilitación concebida de otro modo. La gestión no tiene que ser totalmente pública o totalmente privada, lo ideal sería una gestión pública con participación ciudadana», propone.
Los vecinos de El Antiguo ponen el acento en una de las propuestas del plan especial. «El Antiguo no necesita más pisos. Lo que el barrio necesita es restaurar las viviendas existentes que ayuden a estimular a las familias a vivir aquí», señala Manuel Almeida, presidente de la asociación Oviedo Redondo. «Llevamos asumiendo muchos años que la zona de la fábrica de gas es una zona totalmente aislada y desgraciadamente la vida de los vecinos transcurre ajena a ella. Para muchos no existe nada entre el campo de los patos y la calle Paraíso. Es un vacío».
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El año que Oviedo iluminó su noche
Artículo de C. Pérez/ JC Abad para El Comercio
Cuatro millones de pesetas, 751 vecinos y una necesidad inmensa de abastecer a la ciudad de agua potable y luz impulsaron la creación de la Sociedad Popular Ovetense, que proyectó la génesis de la fábrica de gas. Empezó a funcionar en 1857. Más de un siglo después la instalación fabril cerró sus puertas.
Fuel el 9 de julio de 1985 cuando dejó de ser rentable para Hidrocantábrico, que acabó llevándose la planta a La Corredoria. La fábrica dejó de ser útil pero su legado como símbolo del patrimonio industrial permanece dentro de sus muros. Hoy está comida por la maleza y el abandono, pero no siempre fue así.
La factoría cerró dos años después de que su propietaria presentara al Ayuntamiento un proyecto para construir viviendas. Antonio Masip era alcalde y tanto él como su concejal de Urbanismo, Pedro Blanco, se opusieron. Su idea pasaba por convertir la instalación en un museo industrial. Pero no convenció a la propietaria. Siete años después Masip dejó la Alcaldía y la fábrica se convirtió en un lugar abandonado.
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En sus 12.000 metros cuadrados se producían electricidad y gas, se suministraba agua a la ciudad e incluso se fabricaba cok, yeso y cal. Lo más reseñable es que la fábrica de gas fue la única suministradora de alumbrado público durante cuarenta y cinco años. Ahora, nadie parecer mirar para ella pese a su relevancia.
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