Autora del artículo Patricia Pedrido en Faro de Vigo.
Los lectores de Farodevigo.es escogen la imponente superficie industrial en decadencia como el legado patrimonial más importante a preservar.
Es la eterna reivindicación olívica: ¡salvar la Panificadora! Sin embargo, el mayor centro de elaboración de pan de Galicia se ha visto abocado a cumplir la condena de un "sísifo" urbanita: cargar hasta lo más alto de sus silos con la esperanza de un futuro mejor, para precipitarse vertiginosamente sobre su ruinosa realidad.
Un artículo publicado en FARO sobre "el top ten" de edificios históricos merecedores de rescate que elabora el Instituto de Estudos Vigueses, animó a la web del diario decano a lanzar la siguiente pregunta a sus lectores online: ¿Cúal es el legado arquitectónico de Vigo que rescatarías del olvido?
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"La Panificadora" fue el clamor de los participantes en el foro de opinión de Farodevigo.es. Los usuarios esgrimen como argumentos su incuestionable valor histórico, su carácter emblemático y las amplias posibilidades que ofrecería su rehabilitación. La mayoría de los participantes se decantan por un uso cultural: "Me parece una oportunidad de oro para darle algún uso público, ya sea biblioteca, museo, hacer locales de ensayo para grupos musicales, taller de teatro, espacio de cultura..." expone Raúl Canosa; "Porque é o lugar axeitado para instalar a biblioteca do Estado", sentencia Alberte Reboredo; o "La Panificadora podría albergar el Museo de la Historia de la Ciudad", comenta Nuria Abalde. Aunque hay otro tipo de propuestas: "Resultaría idóneo para un centro comercial de corte diferencial y original", sostiene C. Molina; mientras Álex E.S. se atreve a sugerir un uso deportivo: "Podría alojar en sus silos las rampas del Marisquiño. Se podría aprovechar la curvatura de las paredes de los silos y hacer el skate park más interesante de Europa".
La sensibilidad de los vigueses hacia el patrimonio histórico y cultural de su ciudad se ha disparado en los últimos años, especialmente en fechas recientes gracias a la difusión a través de la red de un vídeo cuyo título hace honor al estudio publicado por el prestigioso arquitecto Jaime Garrido así como de un de un reportaje de FARO: "Vigo, la ciudad que se perdió".
Los vigueses se niegan a repetir las atrocidades urbanísticas de antaño, un espíritu que ha encarnado en diversos colectivos que luchan por la protección de los elementos históricos de la ciudad. Un ejemplo son "Entremos na Panificadora" y "Tankoelectiv", que han desarrollado diversas actividades de concienciación y de búsqueda de apoyos para recuperar el recinto fabril frente al Concello.
Es tal su magnetismo, que hasta capta el interés internacional: en diciembre un grupo de jóvenes arquitectos de todo el mundo se dio cita en Vigo para elaborar proyectos para su regeneración. Hasta 78 propuestas llegaron a esbozar para La Panificadora. Pero esas vidas no pasaron del papel y mientras la histórico superficie industrial viguesa esmorece de abandono.
Un dilatado languidecer
En 1980, tras entrar en suspensión de pagos, La Panificadora pone fin a 56 despachando pan. Será en el 87 cuando Promociones Montelouro SA se haga con la propiedad de la fábrica, que en 2003 compartirá con Inmobles, Vivendas e Obras de Galicia SA (Invoga) para promover el desarrollo urbanístico de la céntrica y suculenta parcela. En la actualidad, los dueños del inmueble se encuentran inmersos en distintos litigios y algunos atraviesan por serias dificultades económicas derivadas del crack del ladrillo.
Para frenar la voraz presión inmobiliaria, en 2010 el Concello de Vigo suspendió las licencias de edificabilidad anteriormente otorgadas. A comienzos de 2013, el alcalde Abel Caballero aseguró a FARO que "está en estudio la expropiación" del inmueble para recuperar el edificio, aunque sine die. Sin embargo, La Panificadora no llega a sentir el amanecer desde su privilegiada posición; por el contrario, ha vivido demasiados ocasos.
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Protección patrimonial
El infortunio también ha querido relegar a la emblemática fábrica de pan a un extraño limbo en cuanto a su cobertura legal. En 2006 la Xunta de Galicia proclamó el Casco Vello Bien de Interés Cultural (BIC). Esta figura de protección patrimonial se extendía a La Panificadora al formar parte del PEPRI del barrio antiguo vigués. Sin embargo, en el actual Catálogo de Edificios, Bienes y Elementos Protegidos del PXOUM aprobado en 2008 no figura como inmueble diferenciado, ni siquiera en el apartado dedicado al patrimonio industrial. Un síntoma más de la desalentadora falta de reconocimiento para todo un símbolo del progreso fabril en una ciudad que presume de carácter industrial.
El monopolio del pan
El 26 de octubre de 1924, Vigo probaba el pan "de la primera fábrica de pan automático instalada en España", rezaba un anuncio del desaparecido diario "El Pueblo Gallego". La Panificadora suministraba sus hogazas en toda la ciudad y parte de la comarca. Cuatro años antes, su fundador Antonio Valcarce había emprendido con otros empresarios de la ciudad la Compañía Viguesa de Panificación SA. Suya fue la idea de abandonar los puestos en la calle por una red de modernos despachos. El ambicioso sueño de Valcarce era abastecer a toda la urbe -en aquella época de 60.000 habitantes- y parte de su comarca. Para ello necesitaba una fábrica, así que compró un terreno en el barrio de la Falperra para levantar su imperio del pan. Viajó a Alemania para conocer los avances técnicos en el sector de la panadería y se trajo la maquinaria.
Sus inicios fueron de lo más lucrativos y con el estallido de la Guerra Civil se convirtió en el proveedor de los alzados contra la República. Durante los 40 y 50 el negocio era tan próspero que el "rey del pan" compró la Compañía de Tranvías Eléctricos de Vigo y el Banco de Vigo. Fue en los 60 cuando el imperio comenzó a sufrir las primeras fisuras: el fin de las cartillas de racionamiento, la mayor variedad en la alimentación y la expansión del comercio de pan y harinas mermaron las cuentas de La Panificadora. A finales de los 70, las máquinas de la fábrica estaban prácticamente obsoletas y su mejor cliente, Pescanova, cambia de proveedor.
En 1978 muere el fundador del imperio y sus hijos, que heredan una empresa en situación crítica, no son capaces de eludir el cierre. En 1980 La Panificadora echa a 70 trabajadores y rubrica un sombrío final a casi seis décadas de monopolio del pan.
Otros artículos a los que hace referencia el anterior.