La réplica de la antigua molina de Playa Blanca ya ha empezado a mover sus aspas, de 7,20 metros de longitud cada una. Los responsables de la obra han sido Guelo e Isidro Viñoly, trabajadores del Ayuntamiento de Yaiza, que este martes realizaron las últimas pruebas y recibieron la visita de la alcaldesa, Gladys Acuña, y el concejal de Obras y Parque Móvil, Jonatan Lemes.
“Es un trabajo lleno de preciosos detalles que evoca nuestro pasado y que merece todo el reconocimiento de la sociedad, ya no solo por su impresionante calidad, sino por el esfuerzo y el cariño de sus autores reflejado con nota en el resultado de la molina”, destacó la alcaldesa. La molina no se ubica en su antiguo emplazamiento, ya que ahí existe actualmente un vial, sino a unos metros, en la rotonda que da acceso a la localidad por la carretera LZ 2
La torre de la molina tiene 3,50 metros de alto, que sumados a los 7,20 metros de las aspas, hacen que la instalación sea visible a distancia alcanzando más de 10 metros en total. Los representantes municipales destacaron "la aportación de todo el personal del Ayuntamiento que trabajó en la edificación de la base bajo la coordinación del operario Gabino Cabrera". Como obra complementaria, la Institución adecentó el interior de la rotonda y colocó iluminación dirigida a la molina para que también pueda ser apreciada de noche en toda su dimensión.
Según explican desde el Consistorio, Guelo realizó el trabajo de carpintería esculpiendo madera de pino, mientras que Isidro se encargó de colocar y ensamblar maquinaria, tensores y todas las piezas de metal que tiene la molina, aunque admiten que se ayudaron mutuamente durante todo el proceso de elaboración que dio inicio el pasado mes de febrero.
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Las molinas, claves en la historia de la isla
La molina de viento no solo daba gofio de buena calidad, sino que en su momento simplificó el trabajo de molienda. El Área de Patrimonio del Ayuntamiento de Yaiza recuerda que en el municipio se había construido un molino en el siglo XIX, figurando entre sus dueños la familia de Benito Pérez Armas. A finales del siglo la propiedad estaba dividida en dos partes: una perteneciente a los señores Benito, Ángela y Juan Pérez Armas, cuya titularidad la habían heredado de sus padres Juan Pérez García y María de la Paz Armas, y la otra parte era de Andrés Cabrera Tejera.
Las dos partes fueron compradas, una en enero de 1899 y la otra en enero de 1900, por José María Calero Peraza. El molino estaba situado en el lugar conocido como Las Peñas. En 1965, Rafael Cabrera Díaz adquirió la propiedad de este molino, existiendo otro similar en Los Lomos. En cuanto a las molinas, se conocían dos: una en Los Rostros, que fue comprada Felipe Perdomo, que terminó instalándola en Playa Blanca, y la otra localizada en La Cuesta.
La molina de viento tiene una estructura diferenciada con respecto al molino de viento, ya que su base es de planta rectangular, mientras que el molino se compone de una torre de planta circular de pared de piedra seca y barro.
Las tahonas o molinos de sangre, el molino de viento, también llamado pajero, y las molinas, representaron un avance significativo comparándolos con el molino de mano por la mayor cantidad de grano capaz de triturar. Por ello fueron herramientas importantísimas en el desarrollo de las actividades agrícolas en distintos puntos geográficos de Lanzarote.